Hace apenas unas semanas fue inaugurado el Museo Universitario de Arte Contemporáneo [MUAC], al que algunos valoran como -la pieza que faltaba- dentro del Centro Cultural Universitario de la UNAM. Sin embargo, tanto la ubicación y escala del edificio, como el hecho de haberlo proyectado como un recinto para el -Arte Contemporáneo- omitiendo a las Artes Plásticas, lo convierte en un espacio excluyente, que deja todavía un enorme hueco dentro del complejo cultural.
Desde 1976, la Universidad Nacional Autónoma de México [UNAM] cuenta con el complejo cultural más importante de América Latina: el Centro Cultural Universitario [CCU], ubicado en la fracción sur-oriente del campus universitario. Este espacio fue creado para enriquecer la existencia de los universitarios y de la sociedad con diversas actividades artísticas como: el teatro, la danza y el cine, sin embargo, nunca se incluyó un espacio para las Artes Plásticas y Visuales.
Desde la década de los noventa, hubo la intención de crear un museo en el que pudiera exhibirse la colección de Arte Contemporáneo perteneciente a la UNAM. A mediados de 1996 Rodolfo Rivera González, director del Centro de Servicios Museológicos y del Museo Universitario de Ciencias y Artes [MUCA] propuso construir una nueva sede para el museo al interior del Centro Cultural Universitario. Para realizar el proyecto arquitectónico invitó a Orso Nuñez Ruiz -autor junto con Arcadio Artis de las primeras obras que conformaron el Centro Cultural Universitario: La Sala Netzahualcóyotl [1976], la Unidad de Teatros [1979], la Unidad Bibliográfica [1978], el Instituto de Investigaciones sobre la Educación [1978] las salas de cine, las salas de danza y las oficinas de Difusión Cultural de la UNAM [1980]. Este primer proyecto se ubicaba entre el estacionamiento de la Sala Netzahualcóyotl y la Avenida de los Insurgentes, además del museo incluía una ruta escultórica que tenía la intención de aproximar visual y simbólicamente al nuevo recinto con la Torre de Rectoría. La construcción de la obra comenzaría a principios de 1999 pero no pudo llevarse a cabo debido a la huelga universitaria acontecida en el mes abril y que concluyó hasta febrero del 2000.
En 2004, por encomienda del propio rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, se retomó la idea. Una vez más convocaron a Orso Nuñez, a quien le solicitaron realizara un nuevo diseño que, por petición de las autoridades universitarias, debía ubicarse en un terreno distinto al que había elegido para el proyecto anterior.
Conociendo bien la estructura formal y el funcionamiento del Centro Cultural Universitario, en esta ocasión, Orso Nuñez ubicó el museo en el terreno detrás del Centro Universitario de Teatro [CUT], cerca del museo Universum, pues consideraba que en este lugar podría generarse un espacio público tan dinámico como la plaza que actualmente comunica a los teatros y la librería con la Sala Netzahualcóyotl, sin interferir en las actividades ni la expresión del conjunto. Las autoridades dieron el visto bueno a la propuesta, pero repentinamente, meses después solicitaron a Núñez que suspendiera el proyecto.
El primero de marzo de 2004 Graciela de la Torre –quién había tenido a su cargo la dirección del Museo Nacional de Arte [MUNAL]- asumió la Dirección General de Artes Plásticas, organismo que -respondiendo al vasto campo del ejercicio artístico contemporáneo- cambiaría su denominación a Dirección General de Artes Visuales tres días después de que de la Torre fuera designada. Desde su llegada a la UNAM Graciela de la Torre fue comisionada para realizar el Museo Universitario.
En 2005, la directora general de Artes Visuales invitó al arquitecto Teodoro González de León, autor del Museo Rufino Tamayo, quien sin cortedad propuso colocar su edificio en el lugar más visible: justo en medio del conjunto, entre la Sala Netzahualcóyotl y la Biblioteca Nacional. El argumento del arquitecto González de León para ubicar el MUAC en esta zona fue que el CCU carecía de una entrada peatonal digna, por lo que consideró necesario darle al Centro Cultural una plaza con la que le quitaría la imagen de supermercado. La coordinación de proyectos especiales de la UNAM sin ninguna objeción aceptó la propuesta, de González de León y Graciela de la Torre –quién colaboró de manera muy cercana con el arquitecto a lo largo del proyecto- aún cuando hubo reticencias por parte de los autores de la Sala Netzahualcóyotl y de los trabajadores de la Dirección de Obras y Conservación del patrimonio arquitectónico de la UNAM, quienes en noviembre del 2006 enviaron una carta al entonces rector Juan Ramón de la Fuente en donde expresaban su inconformidad con la ubicación del proyecto y solicitaban suspender la obra por considerar que -violentaba- las instalaciones del Centro Cultural Universitario.
Así también, algunos expertos en materia de arquitectura y conservación del patrimonio histórico como la arquitecta Louis Noelle, miembro del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, y Jaime Ortiz Lajous, presidente en México del Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio, manifestaron su inconformidad por la ubicación del proyecto. Ambos coincidieron en que una estructura de la magnitud del MUAC disminuiría las dimensiones de la Sala Netzahualcóyotl y rompería con la unidad del complejo cultural considerado como paradigma de la arquitectura mexicana de los años setenta.
A pesar de las protestas, el proyecto de González de León y Graciela de la Torre comenzó el 15 de julio de 2006. Para mediados del 2007 las salas del museo estaban casi listas, sin embargo los últimos detalles del proyecto tomaron más tiempo de lo esperado, por lo cual la inauguración del museo, que planeaba realizarse antes de que Juan Ramón de la Fuente cerrara su segundo periodo como rector, se llevó a cabo hasta el 24 de noviembre del presente año.
Los edificios de expresión vigorosa diseñados de 1976 a 1980 por Orso Nuñez, Arcadio Artis y Arturo Treviño, se integran de forma magistral al paisaje pedregoso. Para ello durante las diferentes etapas de construcción aplicaron cuatro recursos esenciales: asimetría en las plantas, introducción de planos oblicuos y vanos de diferentes dimensiones para otorgarle movilidad a las fachadas; juego de vanos y macizos para generar claroscuros sumamente contrastados sin pasar por los medios tonos; y el tratamiento y color del concreto [gris-estriado] que hace que los edificios parezcan como -tallados- sobre el áspero sedimento volcánico.
A pesar de la diferencia en las condiciones espaciales y programas arquitectónicos, los edificios guardaban entre sí una relación de equilibrio, además de que todos eran visibles desde cualquier paraje del CCU. En este sentido, el MUAC aparece como un elemento discordante que al imponerse en medio de la Sala Netzahualcóyotl y la Biblioteca Nacional quebranta la armonía de los edificios que ahora han quedado dispersos alrededor de este enorme promontorio blanco que desde su aparición, más que complementar urbanística y arquitectónicamente el conjunto, lo ha desarticulado.
1 comment:
interesante :)
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